PEREGRINO

Su ingle huérfana de arcángeles
canta en sordina
los padre nuestros.
A puro clavo
le nacieron laureles como espinas,
romances abortados
llevan lágrima y violeta a lo alto del monte
en un amor de estío
como nunca cabalgado por sonetos.
Desnudo en su templo
sus pasos se abren a encuentros de roturas,
a pesar de fariseos y vacías pitonisas.
Un conjuro de Rubén
siembra agujeros en su cama,
los peces están por llegar.
Es tibia la lumbre que baila en su mirada
como el pan,
la sonrisa blanca
sin acertijos,
danza sin máscaras,
ah, buen peregrino
han herido tu pecho
descubierto a la daga
y al festín calenturiento.
Cómo no amar la raíz de la que naces
en las acequias de lo casi divino.
Zenia
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Zenia -
Péglez -