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Hablar ante una multitud. Comunicación

Hablar ante una multitud. Comunicación

Un periodista aprende en su profesión a no sentir pena a preguntar,  curiosear, investigar; pero la anécdota de hoy no tiene nada que ver con ese campo de la comunicación; sino con otro: hablar ante grandes multitudes.

Uno de los mayores aprietos que hemos pasado en tal sentido lo sufrimos ayer en el acto de graduación del Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas, Federico Engels.

Sentimientos especiales nos atenazaban la garganta, entre el grupo de graduados se encontraba mi hija.

Más de mil almas estaban en el anfiteatro a cielo abierto, entre alumnos, profesores y familiares de los estudiantes.

Directivos del centro nos pusieron ante un compromiso, decir algunas palabras en nombre de los padres. El mensaje lo enviaron con mi hija, quien conociéndome como me conoce les dijo: “Ella no va a querer”.

En un centro que tiene alumnos talento, ganadores de copas de conocimiento y hasta de Olimpiadas Internacionales, no me creía la más indicada.

 

 

Mi hija es una alumna promedio, buena estudiante –aprobó las tres pruebas de aptitud de la carrera de Periodismo- disfruta la pasión por la lectura y la historia, pero hay otros más integrales.

Lo comenté en mi área de trabajo. Una ex profesora del Instituto y otros compañeros de departamento me dieron el empujón final y accedí. Escribí una sencilla cuartilla.

Cuatro oradores estaban en el guión: un directivo del centro, dos estudiantes y un familiar, que era yo.

En la espera, como quien está a punto de extraerse una muela, le insistí a una de las organizadoras en que seguramente sobraba alguno de los que hablarían, pero nada de eso ocurrió.

Una persona tímida, a quien quiero mucho, me dio varias recomendaciones que seguí al pie de la letra: centra tu mirada en un punto; coloca la cuartilla sobre el podio para que no  tiemblen tus manos.

Seguí las indicaciones al pie de la letra y apliqué otras que el locutor profesional me dijo a petición mía: “Todos, hasta los profesionales que lo hacemos todos los días, nos ponemos nerviosos al ver tantas personas. Mientras vayas hacia el micrófono, respira hondo para que controles los latidos de tu corazón; no pienses que tu hija está en la multitud y que lleva tres años en esta escuela; lee despacio; cuando sientas que se te hace un nudo en la garganta, haces una pausa y continúas, todo te saldrá bien”.

Así lo hice. Una extraña calma y seguridad se apoderó de mí cuando comencé el segundo párrafo.

 

 

Al reincorporarme al grupo varios alumnos y profesores dijeron que había quedado bien y que no se notaba que estaba nerviosa.

¡Si ellos supieran cómo estaba por dentro¡.

Ojalá que esta anécdota personal sirva para multiplicar los trucos de cómo actuar ante situaciones parecidas.

En el siguiente link se pueden comprender mejor mis peros, también el nivel competitivo que alcanzan los institutos preuniversitarios de Ciencias Exactas.

Sus competencias del intelecto comienzan desde las aulas, desde el primer día del curso y a través de él se elige la preselección que representará a la escuela.

Muchos de esos estudiantes matriculan en la Universidad Cibernértica en Matemáticas, Geofísica y otras ciencias de todo tipo. También matriculan carreras de humanidades, aunque las plazas para ellas este curso fueron menos. El país necesita más científicos que acometan los múltiples programas que desarrolla en tales campos, Biotecnología entre ellos, por solo citar uno.

El Instituto fue inaugurado hace 31 años y han egresado de él alrededor de 15 000 bachilleres en ciencias y letras, quienes después continúan sus estudios en las universidades.  

 

Imagen: Periódico Trabajadores. Graduación del año anterior, también en el anfiteatro del Instituto.

 

 

Les dejo con el link citado:

 

Arrasó la Vocacional en la copa Lenin 

 

 

 

2 comentarios

Zenia -

Osmay, si sirvió para algo, me doy por satisfecha. Gracias por dejar tu opinión.

osmay -

Interesante artículo.Gracias