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6 000 tablillas con aforismos

6 000 tablillas con aforismos

 

Una casa que resulta curiosa es la del ya fallecido escritor y periodista Tomás Álvarez de los Ríos, por poseer 6 000 tablillas de barro con sentencias, refranes y proverbios.

 

Desde hace años abre sus puertas a la entrada de Sancti Spíritus, ciudad que también tiene una poetisa, en el verdadero sentido de la palabra, que instaló en su hogar una escribanía de cartas de amor.

 

Así es esta ciudad que da lo que tiene sin pedir nada a cambio a quien la visita y recorre sus calles adoquinadas atraídos por la curiosidad.

 

Pero Tomás Álvarez de los Ríos vivía con su esposa Esperanza -nombre para fábulas- antes de llegar a la urbe colonial, rodeado de plantas que le alegraban sus días y un tanto alejado del bullicio, tal vez para remontar su imaginación del brazo de alguno de aquellos refranes que coleccionaba y soltaba a los pocos minutos de entablar una conversación.

 

De lo culto a lo popular, aunque con predominio de esta última tendencia, van sus miles de refranes. Tal vez así lo quiso el veterano periodista quien en su infancia fue expulsado de un acto martiano porque no tenía zapatos.

 

Y Tomás nunca lo dudó. Le interesaban aquellas personas simples que se entregaban a la vida con toda naturalidad, sin maquillajes ni afeites, como los guajiros seguidores de la luna menguante, paridora de frutos de mejor sabor.  

 

A tal punto era directo que cuando cierta vez le preguntaron por qué se dio a esta costumbre de recopilar aforismos se le escuchó decir: “En este mundo de quimeras cada cual come la m..... a su manera”.  

 

También contó que no le gustaba ver desnudas las paredes de su vivienda y por ello, y después de leer el Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha- el cual muchos solo hemos consultado por tramos- se decidió a vestirlas con la sabiduría de los refranes.

 

Apoyado en el hombro de algún compañero del gremio se le veía al final de sus días en las reuniones; pero siempre tenía alguna ocurrencia que decir mientras el optimismo le afloraba por entre sus muchos años.

 

Vivió nueve décadas. Quien sabe si a ello ayudó el mundo que él mismo construyó entre fantasía y realidad.

 

Bajo el tamarindo del patio siguen la vida y los refranes.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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