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¿Dónde están las frutas de mi infancia? :CUBA Y SUS FRUTAS

¿Dónde están las frutas de mi infancia? :CUBA Y SUS FRUTAS

 En la arboleda de la abuela, en San Juan y Martínez-la Meca del tabaco en Cuba- veía de niña todo tipo de frutas: el caimito, guanábana, chirimoya, anón, mamey,  guayabas del Perú y cotorreras, naranjas. Las cuatro primeras son prácticamente productos en extinción. Para verles hay que internarse en el campo, pues hasta de los patios de los campesinos han desaparecido, nadie se ocupa de sembrarlas.

Hace unas semanas el colega José Aurelio Paz escribió en el periódico Juventud Rebelde un artículo acerca del tema  ¿A dónde se fueron los cocuyos?,  http://www.jrebelde.cubasi.cu/opinion/2007-04-01/adonde-se-fueron-los-cocuyos un titular que nos recordó una crónica que escribimos hace un año: Cazadores de cocuyos, refiriéndonos a esa costumbre infantil de los niños del campo.

 En uno de sus fragmentos José Aurelio afirma: “¿A quién echarle la culpa? ¿A la modernidad con su sentido globalizador? ¿A la atareada familia que ya no siembra su patio? ¿A los planes agropecuarios que no toman en cuenta las pequeñas producciones de ciertas frutas que, por su falta de presencia en los mercados, de autóctonas han devenido caro exotismo?

“¡Qué triste! – continúa el artículo-  Ya no se escucha en la radio aquel antológico pregón que creíamos del Trío Matamoros cuando es autoría de Félix B. Caignet: “Frutas… ¿quién quiere comprarme frutas?/ Mango del mamey y biscochuelo/ piña, piña dulce como azúcar/ cosechadas en las lomas del Caney…Piñas qué deliciosas/ como labios de mujer…”

Y concuerdo con él. La siembra de árboles frutales, incluida en los planes de reforestación, pero evidentemente no cumplida, debe tener una mayor prioridad y así bajarían los precios de las frutas en los mercados agropecuarios, y aparecerían en ellos algunas, como las ya mencionadas, a las cuales ni se les ve el pelo, como afirma el dicharacho popular.

Habría que extender con urgencia la experiencia puesta en práctica por la estación ecológica Sierra del Rosario, en Pinar del Río –ubicada en la reserva de la biosfera de igual nombre-  http://www.ecovida.pinar.cu/Estsier/index.htm  que conjuntamente con un instituto de investigaciones de la capital del país, desarrolla aquí,  en fincas de campesinos la multiplicación de cultivos autóctonos con el fin de que no vayan a desaparecer .

EL EXÓTICO MARAÑÓN

 Es cultivado en zonas con clima tropical con temperaturas entre 22º y 26º C, sin heladas y bajo precipitaciones de 800 a 1,500 mm. Crece en diversos tipos de suelos, desde arenosos hasta aquellos con deficiencia en nitrogeno y fósforo, pero de buen drenaje. Se propaga por semillas que germinan a partir de los 14 días.

El marañón está extendido por todas las zonas tropicales y la competencia es grande. Tiene ventajas de adaptación a los suelos pobres, predominantes en la Amazonía, y es una especie de uso múltiple con productos de valor industrial y demanda en los mercados externos.

NOTA.  En la foto – tomada de una página peruana- el marañón. Una de las frutas que casi ha desaparecido del paisaje cubano  Cazadores de cocuyos
http://www.telepinar.co.cu/paginas/todasnoticias.asp?categoria=ciencia&id=975


Por Zenia Regalado
En las noches y en los pastizales húmedos cercanos a algún arroyo, vuelan los cocuyos. Tras ellos van los niños tratando de atrapar estas luces con alas para raptarlas y guardarlas en una botella.
De niña me iba con mi abuela a cazar cocuyos. Ella – la imaginería echa ser humano- me amedrentaba diciéndome que eran familia de los güijes (negritos con trencitas) que crecían dentro de las tinajas.
En principio les temía, pero con el tiempo descubrí que ellos me temían más a mí que yo a ellos. Después de disfrutar unos segundos de la fosforescencia de sus ojos- como diminutas linternas en la noche- destapaba la botella y les veía alejarse, como despidiéndose.
Los niños del campo y los de la periferia de los pueblos siempre han encontrado particularmente llamativos a estos seres pertenecientes a la familia de los escarabajos. Se les llama cucubano o saltaperico. Miden unos cuatro centímetros y se distribuyen por toda la América Latina.
Ayer en la noche llegó uno a mi balcón y me trajo en su luminosidad el recuerdo de aquella mujer que tanto alimentó las horas de mi niñez: mi abuela.

          

7 comentarios

Zenia (Para Álvaro) -

Álvaro. Olvidé decirte que le pedí a la ilustradora chilena Paola Moraga
www.losvuelosdeunapaloma.blogspot.com/

que me hiciera una ilustración alegórica a un niño cazando cocuyos o luciérnagas.
Ella em envió un correo diciéndome que leyó la crónica y está encantadísima con la idea.
Pronto colocaré aquí esa ilustración para que todos, al menos unos minutos, intentemos volver a ser niños.

Zenia -

¡Bienvenido Álvaro¡ Esta fue una pequeña croniquita que coloqué en mi blog hace creo más de un año, y una amiga que la leyó -Adalys Pilar- me pidió que se la enviara a Telepinar www.telepinar.co.cu y así lo hice.
A otras personas que la leyeron también les gustó, entonces comencé a darle una lectura diferente.
La hice como un pequeño homenaje a una de las cuatro personas más importantes de mi vida, junto con mi hija y mis padres.
Nunca me he podido desprender de mis años de niñez y en cualquier esquina de la vida me asaltan los recuerdos.
¡Si siempre pudiera llevar un niñ0 dentro¡
Si te di un poquito de alegría, me siento satisfecha.



Alvaro -

Espero que guardes este texto al lado de tus otros poemas. Precioso y conmovedor. Me conectó inmediatamente con mi infancia. Mil gracias

Zenia -

La profe. Sí, se les llama también luciérnagas. Hasta varias canciones los mencionan.
Mi abuela fue, mejor, sigue siendo para mí un ser especial, amante de la vida y de sus pequeñas cosas. Me contaba narraciones increíbles de seres extraordinarios que poblaban los campos y volaban sobre las palmeras, ya sabes, esas leyendas que recorren toda América Latina, aunque con versiones diferentes.
Con ella aprendí a seguir el rastro de las hormigas y ver cómo se activaban cuando se acercaba una tormenta cargando sobre sus espaldas cuanto pedacito pudieran...
Ahora, cada vez que se acerca una de esas tormentas me acuerdo de ella. Está para siempre en muchas cosas.
Puedes volver cuando quieras.
Hasta pronto.

La profe -

Gracias a ti, Zenia, por devolvernos la visita. Creo que los bichitos a los que llamas cocuyos, en España se llaman luciérnagas. A mi también me gustaba, de niña, perseguirlas, verlas resulta mágico. Me emociona leer como describes a tu abuela.Nosotros también volveremos por aquí. Un beso

Zenia -

Joan, ciertamente, es como dices, estamos perdiendo el gusto por lo originario, lo autóctono.
¡Jugo de guanábana¡. Delicioso. Champola le llamamos por acá.
Hace bastante que no veo ninguna de esas exquisitas frutas.
En los mercados agropecuarios aquí una piña cuesta diez pesos cubanos, aunque en la placita del ferrocarril, con precios más bajos y muy popular en la ciudad de Pinar del Río, su valor es de unos cuatro pesos, según su pesaje.
Las frutas del trópico son una delicia. Hay que velar por ellas.

Joan Guerrero -

Rememorando aquellas tradiciones. Quizás sea por lo rápido que estamos avanzando en este mundo donde la globalizacion nos carcome más y más nuestras tradicionales acciones y por darlo así, nuestros frutos.

Por cierto, se me antoja un jugo de guanábana.