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La Habana de nuestros sueños

La Habana de nuestros sueños

La villa de San Cristóbal de La Habana cumplió 489 años recostada al mar, bañada por el Caribe cálido.

Todos tenemos una Habana, según nuestros trozos de vida. Una parte de mis años más felices tienen que ver con ella. Aquellos inolvidables días en el piso 20 de una beca universitaria en 12 y Malecón, en una época de mayor bonanza económica; de cafeterías de hoteles famosos con precios asequibles y su atrayente vida nocturna, con los primeros grupos de rock que actuaban en el Teatro Nacional.

Fueron los tiempos de elevar anclas. Los primeros descubrimientos del mundo universitario con aquel vicio por leer los últimos libros editados y el lógico encantamiento al ver casi todos los días al escritor uruguayo cubano  Daniel Chavarría, subir y bajar las escaleras marmóreas de la Facultad de Artes y Letras, en Zapata y G; a la doctora María Dolores Ortiz y a tantos que están  en la proa cultural de la nación  cubana.

La Habana, con sus parques, museos, su arquitectura colonial, tallados para bohemios noctatámbulos, adoradores de paseos por sus plazas de adoquines. Y aquella agua bebida en la casa de la tinaja, a retazos, entre poema y poema, mientras se soñaba con cambiar el mundo a la manera de quijotes utópicos.

Los guajiros pulían su mundo natural en la cosmopolita ciudad, que se tragó a algunos demasiado apasionados ante el gozo del vivir, y quienes bebieron de un sorbo los placeres humanos, olvidando la Gramática, los seminarios y hasta el límite de asistencias al aula: aquel 20 por ciento que sonaba para los más callejeros como el gong en el último asalto de un boxeador.   

Y el malecón, el límite de todas las libertades, de la tierra que termina, del mar que rompe olas, de los amores de fuego y humo que van como ellas.

Puede parecer demasiado romántica esta Habana; pero lo era, y lo sigue siendo, aunque más cara y más difícil.

Es La Habana una ventana a la instrucción, con sus instituciones para diplomados, doctorados, seminarios y talleres, derramando el saber que viaja por carreteras y recorre las venas del país.

Por eso al ver la ceiba del templete, y a la gente pidiéndole tres deseos en la ceremonia de su cumpleaños, también estábamos un poco allí, en ella; la capital de todos los cubanos. 

  

 

   

   

 

 

2 comentarios

Zenia -

¡Qué bueno que llevas dentro ese pedazo del trópico¡ Te comento que tambièn mi graduaciòn estuvo en F y Tercera, junto a Casa de las Américas. Era la época en que Silvio iba mucho allí a sus recitales: ¡La mística alucinante de La Habana¡

Gaiar -

Me has hecho volver a vivir, aunque mi paso por ella fue unos años despues, fue por los mismos lugares: 12 y malecon, facultad de matemática... en fin.

Gracias!!!