Las lecciones de Hugo Ríus: Periodismo
Aquella tesis de grado al concluir la carrera, de más de 300 páginas en las que habíamos dejado varios meses de búsqueda polillosa en la Biblioteca Nacional José Martí, aún hoy nos deja enseñanzas.
El presunto libro que nunca se llegó a publicar permanece amarillento, pero manoseado, como muchas cosas queridas, en un hueco de nuestra añeja cama.
De cuando en cuando lo abrimos y volvemos a la ansiedad que nos provocó su terminación.
Nos ayudó un amigo de la familia que en una máquina de escribir Remington tecleó pacientemente cada capítulo, el último nos fue mandado a rehacer -al no justificar plenamente la hipótesis propuesta- por nuestro tutor de entonces, el conocido periodista Hugo Ríus, en aquellos años jefe de información de la revista Bohemia, que recientemente arribó a su centenario.
Duele cuando muchas horas de esfuerzo son de un plumazo casi borradas en toda su existencia.
A la altura del tiempo la anécdota vive en nuestra memoria como uno de los capítulos más aleccionadores en nuestra otrora vida de estudiantes.
Por suerte, matamos el enano cuando en la propia revista veíamos cómo las cuartillas de excelsas figuras terminaban como alacranes en el buró de Rius, una persona más bien callada, de fino y delicioso humor, agudo, tierno y asombroso.
Nos preguntaba entonces dónde desearíamos trabajar, y ante nuestra respuesta acotaba: todo periodista debe comenzar por un periódico provincial diario; allí se trabaja mucho y se aprende en la práctica el arte de contar todos los días un pedazo de la vida.
Más o menos así nos decía. No sé por qué algo nos dice que el tejido de la orfebrería de las palabras y los hechos, a la luz de los tiempos, no se aprecia de igual manera.
La postmodernidad clama por el ego precoz. “Los hijos ya no quieren hacerle caso a los padres”.
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