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Necesaria a los 120. La edad de Oro

Necesaria a los 120. La edad de Oro

Como el buen vino y los amigos más probados, La Edad de Oro, está ahí, joven y luminosa a pesar de sus 120 con todo el peso de su ternura y su sabiduría. Es consuelo y camino que puede acompañar el acto íntimo de compartir en familia, con los hijos en medio de tiempos difíciles.

Entre julio y octubre de 1889 aparecieron los únicos cuatro números de la revista La Edad de Oro, fundada por José Martí que vieron la luz.

Más de un siglo y nos asombra la mano amorosa que traza el camino de Nené Traviesa y de su arrepentimiento después de romper un libro y hacer trizas las historias que le habitaban.

Podrán escribirse muchos textos acerca de qué decir y enseñar a los niños pequeños para que crezcan en el cultivo de la virtud, pero pocos, muy pocos, lo harán como éste, con palabra blanda y en el que la pedagogía comparte asiento con el amor y las buenas maneras de expresión, llenas de cariño y respeto.

 

 

Hace años, ante la ausencia prolongada de su progenitor, un niño afirmaba un deseo que todo lo ilustra: ¡Quisiera tener un padre como Martí¡.

Y no se trataba sólo del deslumbramiento por un paradigma. Era una queja ante el vacío del cariño. También el Apóstol tuvo que permanecer alejado de su Ismaelillo, aunque por causas mayores. 

¡Tantas cosas útiles y delicadas enseña La Edad de Oro¡, próceres del continente; el alcance de la palabra dignidad; la importancia de los nuevos inventos y de la ciencia pero además, enseña cómo amar a los hijos; asignatura complicada que requiere ingenio y corazón para que la balanza no se incline hacia un lado en detrimento del otro.

La idea de escribir estas líneas nos surgió después de uno de nuestros regresos –aunque jamás nos hemos ido- del pueblo que nos vio nacer, San Juan y Martínez.

Atizó nuestra motivación el reencuentro con antiguas amistades con suficiente camino andado y edad como para llevar en el carcaj de la vida no manuales de consejos, pero sí experiencias que compartir.

Neyda Fernández y la Rusa, ambas doctoras, saben bien de rostros infantiles abandonados a su suerte en barrios latinoamericanos de extrema pobreza y conocen a decenas de trabajadores  de salud pública verdaderamente consagrados a su tarea, a pesar de limitaciones y carencias.

 

 

Ese es el resultado del cero mortalidad infantil que tiene San Juan y Martínez. Detrás de ese número, paradójicamente unas veces muy desagradable y otras maravilloso, hay horas de exigencia; control del trabajo de seguimiento a las embarazadas. Habita allí un innegable interés por la vida que desborda una nota informativa y que bien vale ser reconocido porque lo virtuoso puede convertirse en guía.

Se encargan las autoridades del Estado de prestar esa atención a los nuevos seres, pero a partir de ahí la familia no puede dejar exclusivamente a las instituciones el papel de velar por sus hijos, de atenderlos, tal y como está establecido en la Constitución.

El amor y cuidado a los hijos es aún más necesario cuando la economía y la cotidianidad se tensan.

“No hay mejor palacio que la casa de familia”, adelantaba el pensador hace más de un siglo y los tiempos de hoy le vuelven a dar la razón.

El alma delicada de José Martí se impresiona en 1880 durante su estancia en la fría Nueva York. En la Torre de babel, cual Génesis moderno, el naciente monopolio capitalista dejaba ver sus costuras, los abismos entre proletarios y dueños.

Fue allí, en 1889 que salió el primer número de La Edad de Oro en el mes de julio.

 

 

En carta a Mercado de agosto de 1889 definió el Maestro su intención:”Ha de ser para que ayude a lo que quisiera yo ayudar, que es a llenar nuestras tierras de hombres originales, criados para ser felices en la tierra en que viven, y vivir conforme a ella”…

Lejos de su nación, en el exilio y desde donde organizaría la próxima guerra, aquel hombre genial que jamás se ocupaba de sí mismo, sacó tiempo y nadie se explica cómo, para pensar en los niños y regalarles el cuento “Bebé y el señor Don Pomposo” con aquel hombre que sólo parece querer comprar en vez de amar.

¿Qué personajes inspirarían a Martí? ¿Qué vistas alimentaron su pupila y su pluma?. Tienen los filólogos un amplio campo para analizar el sentido de la palabra martiana en esta revista muy joven a los 120 años, pero también nuestra sociedad tiene una valiosa fuente para buscar eso que queremos multiplicar y muchas veces no sabemos cómo, los valores, quizás por comprender que ellos nos pueden salvar.

  

 

 

 

 

 

 

1 comentario

La Oca -

¡que sabrás tú de vino! ai en tu vida lo has probado