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Haití y el Periodismo

Haití y el Periodismo

 

Los medios  de comunicación en el orbe no han cerrado los ojos ante la catástrofe en Haití que ha provocado entre 50 000 y  100 000 muertos que son enterrados en fosas comunes. El drama ha llevado a demostraciones prácticas de aquella conocidísima frase: “el periodismo es el mejor oficio del mundo”.

 

El rostro de la tragedia ha motivado a que miles de impactos en las páginas web lleven entre sus etiquetas la palabra Haití, como si la humanidad pusiera sus ojos  por vez primera en este país de extrema pobreza.

 

Cualquier simple observador del mundo informativo se daría cuenta de que en los últimos tiempos es la primera vez que una noticia traspasa todos los muros y suena parecido, lo mismo en Asia que en América Latina, aunque con sus lógicos matices.

Ante todo gran suceso que rebasa  nuestro tamaño de hormiga, uno de los asideros de que afirman los Maestros del Periodismo que jamás debe perderse es la capacidad del asombro, la cual  también aparece a pesar del Apocalipsis de un drama que ha dejado atrás quizás hasta las predicciones de Nostra Damus.

 

Parece ser  la costumbre incontenible de un sector en el que habitan, junto al análisis concreto de hechos desnudos, otras miras que se detienen en la subjetividad y que no abandonan la esperanza por ser un modo de mantener vivos los deseos que coserán los agujeros negros en la pantalla del ordenador, como ocurrió antes en la cuartilla y en la máquina Robotrón.

 

Un Maestro de Maestros Ryszard Kapuscisnki, afirmó que “cada guerra es una derrota para todos. No hay ningún vencedor. He visto muchas guerras, pero recuerdo especialmente cómo acabó la Segunda Guerra Mundial. Hubo unos días de euforia, pero luego, fue saliendo a la luz la gran infelicidad que la acompañaba: los mutilados, los niños huérfanos, las ciudades heridas y arrasadas”…

 

Ojalá que con Haití la humanidad toda y todos nosotros, pequeños mortales, aprendamos a que el mundo debe dejar de ser un campo de batalla caracterizado por la discriminación, las peleas y la imposición porque la guerra convierte a los seres humanos en bestias y arruina lo mejor de cada uno.

 

Viendo las imágenes del sismo y como antípoda penetran en la conciencia hermosos y pequeños instantes, entre ellos el Concierto en Aranjuez interpretado en la Basílica Menor del Convento de San Francisco de Asís, en la capital cubana; o la imagen de un grupo de niños corriendo en un improvisado campo de futbol con los pelos engrifados por el viento; o la mujer embarazada que desciende la escalera de un edifico acariciándose el vientre.

 

¿Permitirá Haití avanzar en el espejo de una humanidad menos voraz y ambiciosa?.

Tal vez y seguro que la geopolítica no se detendrá con el sismo, pero nada cuesta soñar, quizás es lo menos doloroso, una vía de escape, una ventana que quiere que el oxígeno perdure en un planeta asfixiante que vuelve la mirada a predicciones de civilizaciones originarias, tal vez sin entender que la mejor predicción está en sus propias manos.

 

Podría ser que algunas respuestas haya que buscarlas en la cultura Aymara, adoradora de la tierra y de los pequeños seres que la pueblan, incluidas las hormigas.

 

 

 

 

 

 

 

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