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¿A QUÉ EDAD BUSCAN EL PAN LOS HOMBRES EN CUBA?

¿A QUÉ EDAD BUSCAN EL PAN LOS HOMBRES EN CUBA?

Después de un reportaje con jóvenes que hacen producir la tierra, varias madres no de zonas rurales, sino de la ciudad, nos comentaron que sin darse cuenta reproducen esquemas machistas al educar a sus hijos: “muchos tienen 17 años y no han ido nunca ni a buscar el pan a la bodega”.

De forma diferente parece que entrenan a sus hijos las familias en el campo.

A la tierra vuelve hoy los ojos toda la humanidad. El foco rojo se ha encendido. Somos millones. Eso que llamamos civilización olvidó en el planeta mirar a la base sobre la cual se erige la pirámide de la vida, quebrada sobre todo por repartos desiguales.

Se buscan las claves que lleven a eso que se ha rotulado como desarrollo sostenible. Criterios existen muchos, hasta se enrola en esta cruzada a los artistas y su imaginación para contribuir a cuidar la naturaleza.

Isla adentro la mirada se vuelve hacia aquellos que se inclinan sobre el surco. Una experiencia cumplirá 35 años el tres de agosto  y que fue creada por las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR): el Ejército Juvenil del Trabajo (EJT) que tiene vivencias, rumbos y estilos de cómo hacer producir la tierra con manos jóvenes.

La granja militar integral Redención, en Bahía Honda, Pinar del Río,  tiene 780 000 pesos en utilidades en lo que va de año, es un lugar en el cual se derrumban escepticismos; muchachos muy jóvenes, nacidos en el campo, son capaces de borrarlos. En medio de un cañaveral recién sembrado, y cuya producción va dirigida al central Harlem, ellos desandan sus vidas.

Esta granja integral también aporta unos 40 000 litros de leche para la industria del municipio y 12 toneladas de carne de res con destino al matadero de Candelaria.

A PLENO SOL

El sol muerde nuestras espaldas y nos refugiamos bajo una gorra prestada mientras el grupo de jóvenes bromea acerca de quiénes aparecerán en las fotos del periódico.

Dariel Cruz Sánchez, de 20 años, se ve formal y serio bajo su sombrero de alas anchas. Tiene la camisa empapada. Nació en un barrio del municipio de La Palma llamado el Gurugú. Lleva nueve meses en el EJT.

“Son dos años – afirma mientras una gota de sudor le resbala por la barbilla– pero yo no cuento los días que me faltan para cumplir los dos años. Estoy criado en el campo, la mitad de mi familia es campesina. Antes de venir para acá yo guataqueaba y hacía de todo. Mi difunto abuelo, Guillermo Cruz Acosta, sí tenía animales. Murió hace 10 años. Sembraba maíz, café, arroz, frijoles, tenía cochinos, patos. Yo le ayudaba muchas veces”.

Y observamos a este hijo del campo y el orgullo con el cual habla de su abuelo. No es casual que sea uno de los que más rinde en su trabajo, por lo cual puede ganar hasta 54 pesos al día sembrando caña. Quienes menos devengan logran alrededor de 30 pesos.

Los soldados del EJT forman grupos de hasta ocho integrantes para desarrollar su labor: cortar la caña, picarla en trozos, colocarla en una carreta y sembrarla.

Dariel vive con su abuela, que tiene 83 años. Cuando fue movilizado para el EJT trabajaba como técnico medio de Agronomía pues es egresado de un politécnico. Cobraba al mes 330 ó 340 pesos. Ahora sale mejor económicamente.

Mario Luis Gil Amador, de 20 años, también tiene experiencia en el trabajo en el campo. Vive en Herradura, Consolación del Sur. Su papá atiende una vega con diversas producciones, tabaco y maíz, entre ellas. Él le ayuda con las siembras y las cosechas; pero además es carpintero particular y sabe lo que significa mantener una familia, pues está casado con una trabajadora social y tiene un hijo de dos meses.

Son jóvenes que aprendieron por tradición familiar a sudar la camisa, tienen independencia económica y saben buscar el sustento para el hogar. “No todo el mundo tiene que ser médico, también hacen falta los médicos de la tierra”, comenta alguien muy acertadamente.

Otros puntos de vista defiende Misael Martínez Pimentel, de 19 años, residente en El Sitio, La Palma, quien vive con sus padres, y aún no ha formado una familia, pues prefiere por ahora tener sólo aventuras.

“Trabajaba como técnico medio de Agronomía. No me gustaba lo que hacía y me fui como boyero para la empresa forestal. Allí salía mejor en el salario; estaba cerca de la casa y sólo trabajaba la mañana”.

¿Cómo te va en el EJT, porque nos han dicho que te “pegas” bien al surco?
“No le tengo miedo al trabajo. No tenemos quejas aquí en la granja militar integral. La alimentación es buena, nos garantizan el agua fría en el campo, pues cuando se está bajo el sol, al descubierto, sin un árbol que te proteja como los hay en el café, entonces das la vida por un vaso de agua fría.

“Tenemos el transporte asegurado cada 11 días y los oficiales se preocupan por nuestras condiciones de vida; si visita nuestros dormitorios y comedor se dará cuenta. Vemos buenas películas y vídeos en horario nocturno. Quiere decir que aunque nuestro trabajo es fuerte, estamos bien atendidos”.

DEL PROPIO CAMPO  

El capitán Rigoberto Hernández González, jefe de trabajo político de la división del EJT, y quien fue soldado en Redención, rememora que en este propio lugar una compañía de esta fuerza productiva, que también tiene sus misiones militares en el territorio, cortó en otra época hasta seis millones de arrobas de caña.

Hernández González nació en El Corojal, una zona rural de
La Palma.

Él destaca los valores de responsabilidad ante el trabajo que desarrolla el EJT, el cual capta para sus filas a jóvenes procedentes en su mayoría de comunidades rurales. Los hay que llegan sin ninguna experiencia de labor agrícola y a veces ni en la propia casa, pues hay familias que los acostumbran a ni siquiera ir a la bodega a buscar el pan, sin embargo, en el EJT llegan a cobrar diariamente hasta 40 pesos debido a su rendimiento.

La citada granja integral también tiene 60 trabajadores civiles, quienes ya acopiaron 800 quintales de piña, 400 de guayaba y esperan arribar a 1 200 000 huevos con las más de 6 000 ponedoras que atienden en áreas rústicas.

Dicha entidad está vinculada con dos puntos de venta en Bahía Honda y San Cristóbal, y un mercado en el reparto Hermanos Cruz, en la capital provincial,  además del ubicado en Tulipán, Ciudad de
La Habana.

Tienen una cochiquera que en agosto se convertirá en un centro porcino, con 2 200 cerdos. Según Odalys Dopico Tirador, médica veterinaria de la citada área, sólo dos trabajadores más y el administrador atienden a los animales.

Existe un molino que ahora está en reparación con el cual harán pienso criollo a partir de palmiche y maíz.
Cada reproductora tiene una especie de historia clínica acerca de su parto y el desarrollo de las crías.

Del cielo no caerá nada. Hay que labrarlo a pleno sol.

Foto: Santiago Calero

 

2 comentarios

reuben -

"un lugar en el cual se derrumban escepticismos", me gustó eso,
te dejo saludos

Orlando -

Dos años
Escrito por: Yoani Sanchez en Generación Y , Agosto,1,2008

enrredillo_de_cables.jpg

Se bebió la botella de aguardiente y miró las auras tiñosas que sobrevolaban –como cada día– la Plaza de la Revolución. Era un martes, y el primero de agosto de 2006 lo encontró asomado al balcón oteando los cambios que vendrían. La noche anterior habían leído en la tele la Proclama en la que el Máximo Líder delegaba –temporalmente– sus poderes. Reunió a los amigos y durante toda la madrugada se la pasaron hablando del futuro, mientras las calles permanecían extrañamente vacías.

Durante las primeras semanas posteriores al anuncio, escuchó con más atención los noticieros y compró algunos enlatados para no tener que ir afuera. Desempolvó su radio chino que –sólo en una esquina del baño– captaba las emisoras de onda corta. Entretanto, evitó cambiar los euros que su mamá le había enviado y se hizo de una buena provisión de velas y baterías.

Al sexto mes ya había dejado de mirar por la ventana, de leer entre líneas el periódico y de grabar en una cinta todo aquello que le parecía un testimonio de “los últimos días”. Convocó otra vez a los amigos, pero esta vez recordaron historias de los años ochenta, la beca y el período especial.

Dos años después de aquel 31 de julio, se ha sentado de espaldas a la ciudad y muestra una postal que su ex novia le mandó desde Jerusalén. Hace semanas que no mira la prensa ni sintoniza las interferidas emisoras. En la alta noche nos ha contado que su madre le pidió que se fuera, a Italia, con ella. Le ha dicho que sí, pues ningún olor de transformaciones ha vuelto a recalar en su terraza.