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ESTACIONES

ESTACIONES

La teoría del biorritmo - sostiene que la vida está regida por tres ciclos: físico, emocional e intelectual, los cuales  se repiten desde el nacimiento con un período de alta  y otro de baja- estuvo muy de moda en Cuba hace varios años.

Unos la aprueban y otros no. A veces pienso que algo de razón le asiste, pues tenemos días en que todo nos sale al revés y nos preguntamos a nosotros mismos qué nos está ocurriendo que toda previsión mental se ve rota.

Por suerte, el equilibrio natural de la vida nos muestra, al salir el sol, un panorama totalmente diferente: eso me ocurrió hoy.

Ayer estuve un poquito triste; pero ya entraron por mi ventana luces violetas. Me reencontré con un vecino de mi barrio de infancia donde menos lo esperaba, en una esquina de la ciudad de Pinar del Río y me dio noticias de personas muy queridas para mí, y cuyos rostros, palabras y comportamientos crecí viendo: Candita, una mujer gruesa y  bullanguera que fumaba tabaco; La Prieta, con sus creencias afro hasta el tuétano de sus huesos y sus orishas a destiempo, en los que creyó fielmente hasta el último minuto; Coquito y el Nené, dos jabalinistas cubanos, cada uno de los cuales fue campeón nacional en su tiempo y eran orgullo de todo el barrio.

Justo Martínez Suco; el pintor de ríos, trillos y sinsontes que se armó una bicicleta de carrera y pedaleaba desde San Juan y Martínez hasta Bauta por el puro placer de ejercitar los músculos.

El Chino, aquel muchacho medio esnobista de ojos rasgados y una pasión indetenible por el idioma inglés; Justico, el hijo de Justo, que quería ser políglota y hasta intentó comunicarse en chino.

Pelusín, con sus libritas de más. Las jimaguas, que ahora viven bajo la nieve pero que no olvidan su barrio folclórico, cercano al ferrocarril, en el cual la vida tres veces al día nos llamaba a una nueva estación.

 

 

 

 

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