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San Lázaro y el arte en el monte

San Lázaro y el arte en el monte

En los lugares más insospechados nacen personas con ángel sin que los estudios ni la academia marquen sus pasos.

Uno de esos talentos naturales se los encuentra quien recorre el Parque Nacional Viñales, específicamente en la carretera al Cuajaní, en una zona con pocas viviendas y donde reinan el monte y la montaña.

Desde la altura de la vía, y rodeada por un raro jardín de esculturas de madera, una casa a medio construir sorprende por su sello particular.

Yoel Martínez Maqueira, subdirector del parque, nos refirió que es uno de los lugares que más llamativo resulta para los visitantes extranjeros amantes del turismo de naturaleza.

Allí, en medio de tanto verde, nos sorprendió la presencia de un panel solar en tan apartado sitio de la geografía vueltabajera.

Se trata de un beneficio que ya disfrutan 95 viviendas en parajes rurales de Viñales, debido al financiamiento del PDHL (Proyecto de Desarrollo Humano Local) y del Centro Nacional de Áreas Protegidas. Se trabaja para que otras 98 familias se beneficien igualmente.

El objetivo es que esas viviendas apartadas a las que no llegan las líneas eléctricas posean el citado panel que les permite el encendido de un televisor, una radio grabadora, y cinco lámparas.

La morada del jardín rodeado de esculturas tiene uno de esos dispositivos, en una especie de paradoja entre el sincretismo religioso que se respira en el lugar, y los avances de la ciencia.

 

ADORADOR DEL MONTE

El dueño de la vivienda, el creador de las esculturas, es el campesino Noel Díaz Galá, de 36 años, quien lamentablemente había salido para la ciudad de Pinar del Río. Él atiende su vega en la que siembra arroz, frijoles y otros cultivos.

Su esposa, Xiomara Padrón Mena y la hija del matrimonio, Elaine, de doce años, nos atendieron y permitieron que tomáramos fotos de las piezas hechas por su esposo, quien trae del bosque pedazos de árboles y ramas con formas que él se encarga de tallar hasta que adquieren apariencia de animales y flores, o hasta la figura del propio San Lázaro con los perros a sus pies, una de las que más interés despierta por estar situada a las puertas de la propia casa.

-“¿Por qué este San Lázaro tan grande?”, preguntamos a la esposa.

-Porque Noel cree en él y cura con yerbas.

Y asoma en esta confesión una vieja creencia del campo cubano: el  culto al “viejo Lázaro”, que hasta fue llevado a una canción de Adalberto Álvarez y su orquesta.

La fusión cubana entre el santo católico y Babalú Ayé en la regla de Osha, -orisha del culto Yoruba traído por los esclavos africanos- quienes lo adoraban a escondidas de sus amos, aporta el innegable toque folclórico que puede aparecer en cualquier lugar de esta isla mestiza.

 

Los orígenes de la santería pertenecen a África, pero tuvo tal expansión en Cuba que su incorporación llegó hasta el lenguaje, un simple ejemplo es cuando un no creyente afirma que a alguien se le subió el santo, o que le dio Changó.

El etnólogo y antropólogo Fernando Ortiz dedicó parte de su vida a investigar y escribir al respecto.

Se han publicado diversos libros acerca de la vestimenta ritual tradicional de la santería cubana, entre ellos uno de María Elena Molinet, diseñadora de vestuario en el teatro y el cine cubanos.

No es por ello una casualidad que el patio del campesino Noel, en el Cuajaní, llame tanto la atención,  aunque nos quedamos con los deseos de preguntarle qué es lo primero que le atrae cuando fija su mirada en un árbol que sus manos convertirán en una figura rústica después, con  ingenuo encanto.

 

Nota: Es una lástima que no hayamos podido rescatar las fotos de las esculturas. Tenemos pendiente por ello otra visita a la casa de Noel. Una compañera de trabajo que leyó estas líneas exclamó: ¡Yo vi una escultura suya en casa de una amistad mía y me quedé asombrada cuando dijeron que el autor era un hombre del campo¡  

 

Foto de Ronal Suárez Rivas: En la imagen,  Xiomara Padrón Mena, la esposa de Noel.

 

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