San Valentín en la ciudad italiana de Terni
Más allá de la compra venta, de los almacenes de objetos, las ganancias y los desvaríos, el patrono de los enamorados, San Valentín, continúa recibiendo tributos en la ciudad italiana de Terni, donde descansan sus restos.
Es la sacralización de un sentimiento que arranca versos de amor y desamor, que traspasa lo meramente germinal y biológico al ahondar en la más profunda intimidad del ser humano.
Multiplican las telenovelas y folletines el martirio como camino del amor sublime, como si no existiera disfrute en la comprensión y el entendimiento.
El mito del dolor bajo la cruz mutila la luminosidad del día, el azul de la risa y el violeta de la travesura.
¿Quién fue ese ser real que la historia convirtió en mítica figura?.
El emperador Claudio II mandó a ejecutar, en el año 270 a San Valentín. Tras su muerte, la historia convirtió a este hombre, que casaba parejas por el rito de la Iglesia Católica - perseguida en el siglo III- en el patrón de todos los enamorados.
Se multiplicó el mito de Cupido y la idea de que todos vivimos bajo la permanente influencia de Eros, dios romano del amor.
Muchos acusan estas ideas de cursi, fugaces, pasajeras. Cátedras universitarias en algunos países se dedican a investigar acerca de la influencia del amor en la vida de las personas, en cómo mantenerlo en el tiempo e influir en que las parejas no dejen de quererse ni respetarse, en un dar al otro lo que queremos para nosotros mismos.
Otros ampliaron el espectro de la celebración e incluyen en ella a la amistad para sentirse acompañados en el desandar de los relojes.
Hace algún tiempo en algunas ciudades de la isla se reparten postales de amor durante las lecturas de verano.
Grandes hombres de todos los tiempos dejaron sus versos y sus actos como la mejor obra de amor.
Uno de ellos fue Rubén Martínez Villena, nacido el 20 de diciembre de 1899 en Alquízar, La Habana. El 20 de mayo de 1900 la familia se traslada a la capital y es bautizado en la parroquia de Regla.
Éste es uno de sus poemas:
INSUFICIENCIA DE LA ESCALA Y EL IRIS
La luz es música en la garganta de la alondra,
mas tu voz ha de hacerse de la misma tiniebla;
el sabio ruiseñor descompone la sombra
y la traduce al iris sonoro de su endecha.
El espectro visible tiene siete colores,
la escala natural tiene siete sonidos:
puedes trenzarlos todos en diversas canciones,
que tu mayor dolor quedará sin ser dicho.
Dominando la escala, dominador del iris,
callarás en tinieblas la canción imposible.
Ha de ser negra y rauda. Que a tu verso le falta
para expresar la clave de tu angustia secreta,
una nota inaudible, de otra octava más alta,
un color, de la oscura región ultravioleta.
(Rubén Martínez Villena, poeta cubano)
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