Eva sin la costilla
En la cotidianidad existencial las Evas demuestran que con o sin el costillar de Adán viven en la tierna y firme realidad de su género, en el dulce beso al hijo; pero también en la voz segura que conoce la medida de su espacio ganado con el tiempo y el empeño.
Mujeres que no siempre son la dócil musa surgida de las aguas porque la naturaleza no da muchos dones o porque las cremas están muy caras; pero igual se las arreglan para componer su cabello, sus uñas y convertir el añejo objeto en una moda reciclada retadora de crisis económicas y vaivenes mundiales.
Miles de mujeres fueron a la hoguera condenadas como brujas en tiempos de la inquisición.
Se les negaba el derecho hasta a pensar y no podían pisar una universidad, dado que sólo a los hombres les estaba dada esa superioridad
Sutiles técnicas se tejieron para mantener ese estatus durante un buen tiempo y acuñar aquellas cualidades que les estaban signadas al llamado sexo débil, entre ellas paciencia, sumisión, abnegación, sensibilidad, pasividad y bondad.
Por suerte la evolución de las sociedades sacó a la mujer de la cocina y puso en sus manos, no ya el trapeador, sino nuevas herramientas del saber que le permitieron demostrar el valor de sus neuronas.
Mucho se ha logrado en la isla en cuanto a la equidad de géneros y así lo demuestran las cifras de universitarias, investigadoras y científicas; pero los expertos en el asunto señalan que un discurso de siglo XXI ejercen las mujeres en los espacios públicos, y otro, puertas adentro, en el hogar.
En este último sitio, el más íntimo de todos y en el que las verdades se cocinan en otros gobiernos, aún un número significativo de Adanes hablan demasiado alto, gritan, imponen y hasta golpean después que buscaron la bebida para ahogar su enfado.
Algún feminismo en sus inicios veía al hombre como un enemigo y no como la otra mitad del mundo sobre la que también caen los estigmas del machismo extremo, ese que prohíbe tácitamente abrazar al hijo, llorar ante la muerte y mostrarse sensible, aunque isla adentro y en la propia historia nacional viven aquellos caballeros “con alma de beso “, como Ignacio Agramonte.
Juntos, hombres y mujeres mirándose como a iguales, aunque diferentes, han de batallar por sus hijos, su tranquilidad y la paz.
Lamentablemente ciertos códigos de machismo tropical asoman con frecuencia en letras de canciones que hacen culto al varón cavernario, castigador y sabrosón a la usanza marginal.
Tiempos difíciles llevan a algunos a equivocar el lugar de su cerebro y lo han bajado a su bolsillo, clave que creen podrá abrir todas las puertas y almas femeninas.
Siempre y en todas las épocas de la humanidad surgen los mercaderes compradores de doncellas, quienes luego hasta las estigmatizan en canciones y olvidan que quien compra también ejecuta receptación.
Valdría igualmente la pena recordar que la equidad de géneros no proclama la extinción de la caballerosidad y de la buena educación.
Los tiempos piden que en Cuba la literatura no se divida en femenina y masculina, porque algún tufillo peyorativo asoma en los calificativos.
Espacios en la isla es una antología presentada en la XVIII feria del libro y en la cual aparecen más de 30 escritoras que no abordan temas “ñoños”, sino de profundidad social que ya merecen traspasar el estrecho umbral etiquetado como lo femenino.
Sin embargo, en otros contextos aún permanece la invisibilidad de la mujer al reiterarse viejos estereotipos propios de lo más patriarcal de la sociedad, los cuales no reflejan los cambios que se suceden, entre ellos el lugar que poco a poco ocupa la paternidad consciente en familias que adecuan sus estrategias de vida en bien de sus integrantes, a partir de la consideración y el acto de compartir derechos y deberes.
Ello sin nombrar la cantidad de mujeres que al ejercer su derecho al divorcio asumen solas diversas responsabilidades, se multiplican y desdoblan entre hijos, el trabajo, los padres.
Segmento vulnerable son las Evas en todas las geografías. Las políticas en bien de ellas redundarán en beneficio de toda la familia y la sociedad.
Imagen: Tomada de colgado de la luna
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