La devoradora, y no de hombres.
Lo que abordamos no tratará detalles acerca de la conocida novela Doña Bárbara, de Rómulo Gallegos, ni tampoco asuntos relacionados con el más sublime de todos los sentimientos, aunque ya los científicos determinaron la existencia del dolor emocional, que ha sido apodado como “corazón roto” y afecta a personas que no se adaptan a la pérdida de un ser querido.
Sobre el tema en cuestión nos enviaron una imagen que realmente asalta los sentidos.
Se trata de una máquina forestal literalmente devoradora de bosques, perteneciente a una firma finlandesa.
Hasta las más pragmáticas conciencias se detendrían aunque solo fuera un segundo ante el espectáculo.
El gigante de hierro entra al bosque. Muerde desde la raíz los árboles. Los levanta y los lleva a su boca inmensa mientras les quita su corteza como una máquina de hacer guarapo. Después los corta en pedazos.
Poco a poco se ve cómo lo que era una inmensidad verde desaparece bajo los pies de hierro.
Se corta más que lo que se planta, sobre todo ante la gran demanda para proveer de combustibles los autos.
Leíamos en Rebelión que una filial del Banco Mundial multiplica las dádivas a un grupo internacional especializado en el saqueo de las riquezas forestales africanas, continente tan necesitado de extensiones para plantar alimentos.
La cuenca del Congo acoge la segunda masa forestal de bosques tropicales del mundo. Después de la Amazonia.
Su conservación representa una apuesta capital en la lucha contra el calentamiento climático provocado por las emisiones de CO2.
En su sitio web el banco publicó: “El Banco no financia la explotación forestal en ninguna parte de África y recomendamos al gobierno de la República Democrática del Congo que no amplíe las actividades de explotación industrial del bosque”.
Pero eso solo era pura imagen.
Greenpeace revelaba que la International Finance Corporation (IFC), sociedad filial del grupo del Banco Mundial, financia a OLAM International Ltd, empresa forestal con sede en Singapur, para operaciones de explotación ilegal de los bosques de la provincia de Bandundu. Una superficie superior a 300.000 hectáreas estaría afectada, en violación de la moratoria instaurada en mayo de 2002 por el ministerio congoleño de Asuntos territoriales.
Con dedicar un día a un apagón mundial de una hora, como ocurrió el 28 de marzo, no basta.
En manos de los centros de poder, de los organismos internacionales y las grandes naciones se encuentra la respuesta que no acaban de dar.
Los grandes intereses económicos devoran la vida verde en la tierra y no paran mientes ni siquiera en las áreas más azotadas por hambrunas, enfermedades y sequías.
Pero los países pequeños y las redes sociales algo pueden hacer: levantar su clamor de descontento y denuncia desde la pintura, la literatura, en los foros sociales.
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