Los 142 años de la ciudad de Pinar del Río
En esta ciudad en la que vivimos y que cumple 142 años no hay grandes asombros arquitectónicos, ni templetes, tampoco castillos con nombres fabulosos, aunque sí algunas edificaciones que sobresalen por su encanto y distinción, el Palacio de Guash entre ellas.
Se parecen la ciudad y sus gentes, tranquila, sencilla, simple en la primera apariencia pero con sus leyendas y mitos como todo conglomerado humano, como aquellos dejados en ella por La Tula,
Gertrudis Gómez de Avellaneda cuando estuvo casada con el capitán general de la localidad.
Muchas lunas se ocultaron desde que el diez de septiembre de 1867 la villa de Pinar del Río recibiera el título de Ciudad por Real Orden de la reina Isabel II, ante el significativo auge socioeconómico alcanzado por el territorio, sobre todo en lo agrícola y especialmente debido a las vegas de tabaco, una tradición familiar de la región más occidental de Cuba.
En la década del 40 del pasado siglo, el Comité Todo por Pinar del Río, una agrupación cívica, llevó a cabo importantes acciones de urbanización e higienización bajo el lema “Dejemos de ser la Cenicienta”. Pero, no fue hasta después de 1959 que transformaciones radicales validaron aquí el título que la reina de España negara dos veces.
En esta ciudad, la Guayabita del Pinar fue registrada como marca de una bebida exclusiva, Pedro Junco compuso su inmortal Nosotros, los batazos de Omar Linares estremecieron al estadio Capitán San Luis e hicieron vibrar a miles de aficionados al béisbol, y los cuadros de Pedro Pablo Oliva cobran fama mundial.
Desde sus talleres, artistas plásticos de probado prestigio pretenden perpetuar al óleo los encantos del paisaje de occidente; la escritora
Nersys Felipe Herrera trasciende el ámbito provinciano y los rockeros de Tendencia apuestan por la diversidad en la música.
En sus centros de educación, Carlos Acosta, aún niño, reveló el talento del excelente bailarín que es hoy, y el pintor Arturo Montoto
y el escritor Abel Prieto iniciaron su formación intelectual.
Julio Antonio Mella y Antonio Guiteras, residieron aquí en alguna etapa de sus vidas.
En el antiguo Instituto de Segunda Enseñanza estudiaron los Hermanos Luis y Sergio Saíz Montes de Oca.
El 30 de noviembre de 1956 un grupo de jóvenes se alzaron sin armas para distraer a las fuerzas de la tiranía y facilitar el desembarco de los expedicionarios del Granma.
Hoy, las principales energías de los pinareños se concentran en intentar rescatar del deterioro al casco histórico de su ciudad, en potenciar la actividad científica y en recuperarse de los daños de los huracanes que año tras año los frecuentan.
Críticos con su propio entorno, los habitantes de esta ciudad, la de Tiburcio Lorenzo, el paisajista de los flamboyanes rojos, sostienen a veces con ella una pasión doble, como de te odio mi amor, sobre todo ante el déficit de transporte y un cierto descuido que abandona papeles y palitos de las paleticas de helado aquí y allá.
Arquitectos y especialistas en patrimonio insisten en la necesidad de profundizar en la cultura urbana para lograr una mejor interacción entre el hombre y su medio con el objetivo de que tenga una mayor participación en su cuidado y limpieza, sobre todo en espacios que se remozan y constituyen nuevas opciones para la familia en una urbe con un marcado deterioro en sus cines.
Ya cumple 142 años la “historia del hombre contada por sus casas” en la región más occidental de Cuba en la que los azotes de la naturaleza parecen no rendir a sus gentes.
CULTURA TRADICIONAL
En el reparto Celso Maragoto, y desde el 2008, la ciudad de Pinar del Río tiene un sitio que rescata y rejuvenece una antigua tradición, la estrofa nacional, la décima, como si a pesar de la era del vídeo y las nuevas tecnologías el hombre se negara a dejar de beber de sus más remotas aguas. Ver:
http://peglez.blogspot.com/2008/04/inaugurarn-hoy-casa-de-la-dcima-en-pin.html
Imagen: Palacio de Guash
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