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Etiquetas dañinas

Etiquetas dañinas

 

La escuela cubana ha sido y es refugio contra todas las brechas sociales y asimetrías. Todos tienen acceso a ellas y allí aprenden a compartir y ser solidarios con el compañero, acciones que no abundan en un mundo donde mirar por encima del hombro al que menos tiene es un hecho común.

Nadie sería capaz de cuestionarse la seguridad que significa poder acceder a un derecho que garantiza el desarrollo de potencialidades para avanzar hacia el futuro personal.

Sin embargo, existe un fenómeno no aislado que tiene lugar con bastante frecuencia. Los maestros “se casan” con dos o tres alumnos en un  favoritismo que desmotiva por colgar etiquetas a los estudiantes. Siempre son los mismos los que declaman en los actos, cantan en un coro o leen un  comunicado.

Está bien que se premie el resultado, que salta a la vista sobre todo en  las evaluaciones, pero otro asunto es buscar formas para lograr la participación y avance de todos los integrantes del grupo.

Hace algún tiempo una profesora de Matemáticas de secundaria básica nos confesaba que siempre trataba de reconocer el esfuerzo de quienes no rendían igual que los más aventajados. La psicología y la pedagogía que ella aprendió cuando integraba el destacamento pedagógico Manuel Ascunce Domenech le enseñaron el papel de la motivación y el valor de una frase de reconocimiento en el momento preciso para elevar la autoestima y evitar el desencanto escolar.

Existen sobradas experiencias en ese terreno necesarias de retomar y tener en cuenta, como la del otrora grupo Ismaelillo formado por estudiantes de bajo rendimiento académico, quienes encontraron en la cultura un modo de realización personal que les facilitó un mayor aprovechamiento docente.

Entonces ver otros rostros con un papel protagónico en actos y matutinos sería más saludable. Todo el mundo tiene algún talento que explotar, descubrirlo y sacarlo a la luz es tarea del maestro.

Jamás olvidaremos una reunión de padres en la enseñanza secundaria hace algún tiempo en la cual la profesora, con bastante experiencia, le dijo a una madre: “es que yo no sé para qué sirve ella”, refiriéndose a la hija.

Todavía hoy nos preguntamos como aquella mujer pudo quedarse callada ante aquel acto de descalificación total. Y no se trata de dejar de señalar las dificultades de que cada estudiante, sino de la forma y el momento en que se hace. Cada uno de ellos tiene un diagnóstico individual y el maestro sabe donde están las debilidades de cada quien, pero con todos debe trabajar, con unos más y con otros menos.

El Héroe de la República de Cuba Teniente Coronel Orlando Cardoso Villavicencio dejó plasmado en su libro Reto a la soledad, dedicado a su encierro en una cárcel de Somalia, una anécdota de cómo incidió en su conducta el hecho de que una maestra siempre premiaba a la misma alumna y nunca notaba su esfuerzo. En la cárcel se dedicó a leer y estudiar idiomas y ha llegado a escribir libros para niños.

Tanto en el arte como en los deportes más de una estrella escuchó decir a entrenadores y jueces que no servía para lo que había escogido y más adelante con  tenacidad y esfuerzo el vaticinio fue burlado.

No siempre quienes tienen buen desempeño estudiantil lo mantienen igual cuando inician una profesión. Hay alumnos inteligentes que

“barquean” y no estudian lo suficiente, lo cual rectifican con la experiencia de la vida demostrando en la práctica que sí tenían capacidad.

El club de los elegidos para darle participación al grupo debe ampliarse para que nadie se sienta desestimulado y se aprovechen todos los aspectos que contribuyan a que cada alumno de lo mejor de sí.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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