Para un alcohólico no anónimo
Por Edmundo Alemany Gutiérrez
Lo vi y me vio. Solo que él esquivó mi sorpresa, y yo no le dije nada.
Hacía la media con un grupo de alcohólicos de esos que se reúnen en algunas esquinas y parques pinareños para bajarse lo que aparezca, desde la gualfa hasta el alcohol de bodega preparado.
Meses atrás quizás ocho o nueve- se me acercó para contarme: ya no tomaba; se había desintoxicado; y estaba dispuesto a darme su testimonio para que al leerlo otros siguieran su camino y dejaran las borracheras. Solo conducen al abismo, sentenció.
Así me dijo: tuve que enterrar a mi mamá para darme cuenta de que no podía seguir tomando.
Por entonces, había engordado coordinaba bien sus ideas, tenía un trabajo fijo, y en su nariz nada quedaba de ese color rojísmo que identifica a los alcohólicos.
Antes, prácticamente delante de mi vista se fue deshaciendo.
Primero fue verlo más contento que de costumbre cuando me saludaba. Él, apenas alguien con quien coincidí alguna vez, se transformaba y preguntaba por mi familia, por conocidos comunes, e invariablemente se despedía así: ¡Cuídese¡.
Siguió encontrármelo de tarde en tarde compartiendo con esos sombies que recurren a cien mil y una artimañas para conseguir algo para bajar, Como él no eras de ese medio lo imaginaba dentro de ellos como alguien que marcado por algo en la vida trata de ahogar las penas en alcohol.
Y llegó un día en que casi no lo distinguí dentro de su grupo de tan delgado y sucio era menos que la sombra de un ser humano.
Después se perdió de esquinas y parques hasta que llegó frente a mí, más repuesto y con ganas de contar. Le escuché una parte de la historia, dejó su dirección y la promesa de que el día que yo quisieras podías él hablar.
Así hasta que un par de semanas atrás lo vi y me vio; esquivó mi sorpresa con un rasgo de vergüenza al bajar la cabeza; y no le hablé todavía no sé por qué.
Ahora pienso: ¿qué falló en él?, ¿qué no estuvo bien en los suyos?, ¿qué resorte detonó la bomba?.
Dicen los especialistas que el alcohólico lo es por siempre y que no puede ni oler de nuevo esa sustancia porque la recaída es peor que la caída: puede que por ahí estén las respuestas.
Por Edmundo Alemany Gutiérrez
Lo vi y me vio. Solo que él esquivó mi sorpresa, y yo no le dije nada.
Hacía la media con un grupo de alcohólicos de esos que se reúnen en algunas esquinas y parques pinareños para bajarse lo que aparezca, desde la gualfa hasta el alcohol de bodega preparado.
Meses atrás quizás ocho o nueve- se me acercó para contarme: ya no tomaba; se había desintoxicado; y estaba dispuesto a darme su testimonio para que al leerlo otros siguieran su camino y dejaran las borracheras. Solo conducen al abismo, sentenció.
Así me dijo: tuve que enterrar a mi mamá para darme cuenta de que no podía seguir tomando.
Por entonces, había engordado coordinaba bien sus ideas, tenía un trabajo fijo, y en su nariz nada quedaba de ese color rojísmo que identifica a los alcohólicos.
Antes, prácticamente delante de mi vista se fue deshaciendo.
Primero fue verlo más contento que de costumbre cuando me saludaba. Él, apenas alguien con quien coincidí alguna vez, se transformaba y preguntaba por mi familia, por conocidos comunes, e invariablemente se despedía así: ¡Cuídese¡.
Siguió encontrármelo de tarde en tarde compartiendo con esos sombies que recurren a cien mil y una artimañas para conseguir algo para bajar, Como él no eras de ese medio lo imaginaba dentro de ellos como alguien que marcado por algo en la vida trata de ahogar las penas en alcohol.
Y llegó un día en que casi no lo distinguí dentro de su grupo de tan delgado y sucio era menos que la sombra de un ser humano.
Después se perdió de esquinas y parques hasta que llegó frente a mí, más repuesto y con ganas de contar. Le escuché una parte de la historia, dejó su dirección y la promesa de que el día que yo quisieras podías él hablar.
Así hasta que un par de semanas atrás lo vi y me vio; esquivó mi sorpresa con un rasgo de vergüenza al bajar la cabeza; y no le hablé todavía no sé por qué.
Ahora pienso: ¿qué falló en él?, ¿qué no estuvo bien en los suyos?, ¿qué resorte detonó la bomba?.
Dicen los especialistas que el alcohólico lo es por siempre y que no puede ni oler de nuevo esa sustancia porque la recaída es peor que la caída: puede que por ahí estén las respuestas.
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