No es tiempo de begonias
¿Pero quién dijo que no?. Tal vez la mejor noticia de una semana, quien sabe de un mes en un mundo estresado, sea el nacimiento de una begonia, de una simple begonia que asoma su rostro limpio entre las brillantes hojas de su maceta.
Y sí, es tiempo de begonias porque el ser humano ha de buscar refugio a toda costa en aquello que le da sosiego y paz, palabra inconmensurable que parece escasear en este planeta, a juzgar por las noticias.
La begonia nacida ayer en la tarde desde las manos de mi madre abre un camino de luz en medio de la sala. Sentados en la tarde, los cuatro, la mirábamos con placer mientras la televisión desgranaba su parte diario de reportes trascendentales, contundentes, como son la mayoría de las noticias; pero necesitábamos alguna cosa nimia, un pequeño detalle tonto, de esos que no interesan a nadie y que sin embargo te encienden las pupilas y dejan que un remanso de calma corra por tu interior.
Así son las pequeñas cosas, esas a las que somos adictos, pues no cuestan nada, aunque parezcan tonterías de seres demasiado sensibles, esos que necesitan pintar de rosa la paleta gris del ruido sonoro de un día escrito en clave solfa.
¡Una buena noticia¡,¡una buena noticia¡: ha nacido una begonia.
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