De Kioto a Copenhague
En varios lugares del mundo -a propósito de la Cumbre de Cambio Climático en Copenhague- se inauguran por estos días exposiciones de fotos relacionadas con la naturaleza, quien sabe si como antítesis a esa granizada fría que proviene de los titulares de prensa, reservados y cautelosos en cuanto a los acuerdos que se discuten allí para reducir la emisión de gases de efecto invernadero y otros temas. Invasiones de estrellas de mar, un pulpo que vive en una cáscara de coco, preciosas rosas azules, caprichosos jardines que cuelgan de balcones, ríos marcados por extensos puentes, todo eso desfila ante la pupila como deseando construir conciencia desde lo positivo y no a la inversa, ruta que marca el paso de los titulares. Y es otra tendencia, porque el ser humano se da cuenta que podría dejar a sus descendientes un planeta huérfano de todos esos regalos naturales si ocurriera lo mismo en Copenhague que lo ocurrido después de Kioto. Aún no se ha entregado a los beneficiarios ni un centavo del fondo de ayuda a los países en desarrollo propuesto en el 2001 después del cónclave en la ciudad japonesa. Otros más optimistas afirman que desde entonces la situación ha empeorado y que la humanidad ha ganado un poco más de conciencia en ello asolada por eventos de diverso tipo que cada vez son más frecuentes, como ciclones en Europa e inundaciones donde nunca las hubo. La presidenta de Argentina Cristina Kirchner declaró recientemente que espera que el protocolo de Kyoto no tenga su carta de defunción en Copenhague. "Espero que el Protocolo de Kioto no tenga carta de defunción en Copenhague porque estamos ante lo que algunos califican como una suerte de nueva colonización, esta vez no ya de territorios, sino de la atmósfera, en lo que constituye evidentemente un incumplimiento", dijo Fernández en un discurso, según reporte de EFE. Al lanzar un programa de energías renovables, la presidenta señaló que el Protocolo de Kioto, que vence en 2012, "ha sido incumplido fundamentalmente por las naciones desarrolladas, que son las responsables de las tres cuartas partes de las históricas emisiones de gases contaminantes del famoso dióxido de carbono". "Ellos representan menos del 20 por ciento de la población mundial, pero son responsables de las tres cuartas partes de la contaminación y además, obviamente, son los que deberían cargar con la reducción de emisiones y también con el pago de las energías alternativas, de la inversión tecnológica para los países en vías de desarrollo, para las economías emergentes", consideró. Son numerosos los observadores que consideran que, para alcanzar buenos resultados en la reunión, los países desarrollados "deben asumir objetivos claros de reducción en la emisión de gases, facilitar fondos para la mitigación y la transferencia de tecnología". "Debemos evitar que los países desarrollados quieran una vez más incumplir sus obligaciones y pretender transferir la responsabilidad a los países en desarrollo", han afirmado varios funcionarios. Ojalá la ola mundial de pedido a una actitud consecuente levante las voces de todo el planeta para que llegue a los oídos de los ricos que asisten a Copenhague.
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