Alina Almeida: sobreviviente del sismo en Haití
Alina Almeida Rivera llevaba el cubo hacia la cocina donde estaban dos compañeros suyos de la coordinación del programa Yo sí puedo, cuando de pronto las paredes se movieron y ellos quedaron en el medio.
Entonces Javier Labrada, al frente del grupo, dijo: "¡Esto es un terremoto!, vamos que nos cae encima".
Cuenta Alina que la escalera de la edificación se movía como una ola. Eran seis o siete escalones que subían y bajaban.
"Me halaron el pelo al buscar de qué agarrarse al perder ellos el equilibrio. Nos zafamos de aquello y bajamos al patio. Detrás, las paredes se agrietaban de arriba a abajo, y ya afuera vimos como caía una tapia que dividía las dos casas y de refilón me hirió la pierna".
Dos pañuelos que buscó Landy Guerrier, el informático, sirvieron para contener la sangre, pero después el dolor se le hizo insoportable. Entonces salieron a la calle donde no hubiera peligros de postes, cables, y lejos de los muros.
Yoanis Durán, otra de las 25 integrantes de la brigada de educación se encontraba distribuyendo los televisores para la alfabetización y hasta las 11:30 de la noche no supieron nada de ella. La acompañó todo el tiempo un haitiano. La larga espera sin saber nada de la compañera fue una triste zozobra.
A las 8:00 de la noche llegó el embajador y los trasladó para la embajada. Acamparon en el jardín para prevenir la caída de las paredes. Allí dormían sobre una alfombra y dos colchones. De cinco a 11:00 de la noche estuvo con la herida abierta hasta que le dieron varios puntos. Todo eso fue un martes, y el jueves salieron de Haití.
"Estuvimos prácticamente dos noches despiertos y hubo en aquel momento muchas réplicas. Sentíamos los movimientos constantemente. Alguien entraba a pasar un correo y salía rápidamente de la edificación cuando comenzaba a moverse. Sentíamos mareos por el constante movimiento", rememora Alina, quien conversa con nosotros en la humilde casita de Forteza, en San Luis, mientras sus hijos Jorge Javier y Arianna Beatriz la acarician, y el esposo le toma una mano.
La vivienda estaba repleta de gente el día de nuestra visita y ella descansaba su pierna sobre una silla. Jocosamente afirma que esta es la segunda vez que nace; la primera fue a los dos años cuando sufrió quemaduras en un accidente casero y estuvo un mes sin conocimiento.
LO QUE APRENDIÓ EN HAITÍ
Para ella desde el punto de vista de sus estudios fue una enseñanza, pues nunca había ejercido la economía capitalista y peor aún, en un país tan pobre.
"Las empresas que hay allí son de Francia y otras potencias. Es el peor capitalismo. Coexisten los anuncios con una población con el 80 por ciento de la gente analfabeta y en pésimas condiciones de salud.
"Lo peor es que son tratados como esclavos por los dueños, a quienes dicen amos y en su presencia ni siquiera mueven un músculo. Es penoso que en este siglo aún haya personas en condiciones de esclavitud.
"Nos decían amo a nosotros también y les explicábamos que no nos dijeran así. Les poníamos los cubiertos, pero no sabían usarlos. Los besábamos y ellos se quedaban asombrados. Eran muy honestos, te entregaban todo lo que encontraban regado. Nosotros los ayudábamos en el trabajo en la cocina", narra Alina mientras toda su familia y varios vecinos arremolinados en la sala la escuchan atentamente.
Muy triste para ella fue cuando al derrumbarse el alquiler ellos se quedaron sin empleo. Los cubanos les tomaron mucho cariño. El dueño de Paul, el haitiano que trabajaba en la cocina, era propietario de un banco.
SANTIAGUERA Y PINAREÑA
Nació en Santiago de Cuba, pero hace 20 años vino a vivir a San Luis con su esposo, pues ambos estudiaron en el instituto superior pedagógico Héctor Alfredo Pineda Zaldívar para la enseñanza Técnica y Profesional en la capital del país, pero es la ciudad de Pinar del Río la que más conoce.
Sobre Santiago refiere que en los últimos tiempos ha avanzado mucho con el funcionamiento de nuevos y variados servicios, hasta peluquería infantil.
"Cuando comience a darle clases a mis alumnos, afirma esta también integrante del Departamento Provincial de Inspección en Educación, tendré un referente importante que explicarles: cómo viven los haitianos, prácticamente en el feudalismo y sin tener apenas de qué alimentarse".
La misión cubana llevaba cuatro meses en Haití. Cientos de televisores que llevarían un poco de luz para aquel país quedaron sepultados bajo los escombros; pero Alina habla con entusiasmo de la labor de la brigada médica cubana en aquella nación arrasada.
Ahora está rodeada de su familia y todos están muy alegres al verla nacer por segunda vez.
Fotos: Osbel Concepción
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