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Salvadores de Barbaritas y Lazaritos

Duerme placenteramente tras el plástico transparente de la incubadora, pero su cuerpecito se pierde dentro del aparato no muy grande que lo acoge. Si no fuera por los cuidados a que es sometido no existiera.
Lo que sucede con este bebé se repite una y otra vez desde hace más de 20 años en Pinar del Río, la provincia más occidental de Cuba: los servicios de Neonatología han salvado miles de vidas.
Actualmente los recién nacidos que necesitan cuidados especializados pueden atenderse en tres hospitales.
Pero es en el "Abel Santamaría" donde reciben los casos más complicados, fundamentalmente por bajo peso al nacer, o sea con menos de 1 500 gramos.
DESDE EL ANONIMATO
A las neonatólogas María Elena Portal Miranda y Marta Valdés Díaz les brillan los ojos cuando hablan de lo que hacen: llevan 20 y 18 años, respectivamente, quitándole clientes a La Parca.
Concuerdan en que su labor sucede casi en el anonimato, pero no buscan loas sino salvar a esas indefensas criaturas que casi siempre llegan a ellas más muertas que vivas.
Forman parte de un colectivo integrado por otros 16 médicos especialistas, 102 imprescindibles enfermeras y enfermeros y una decena de técnicos de diversas especialidades.
Fue muy serio lo que hicieron en el 2004 para ayudar a que en la provincia la mortalidad infantil en los menores de un año quedara en 4,7.
El pasado año nacieron 325 niños menos en el bloque materno del “Abel” en comparación con el 2003; sólo tuvieron 20 fallecidos y terminaron con un índice de bajo peso de 6,94 por cada 100 nacidos vivos, pese a que ellos atienden específicamente a los minúsculos.
MÁS CALOR QUE EN LA INCUBADORA
Los diminutos pacientes pasan su período de gravedad dentro de incubadoras que les proporcionan el calor necesario que perdieron al salir del vientre materno antes de las 37 semanas, o porque las patologías que presentan precisan de cuidados intensivos.
Los equipos del local ayudan, pero es el amor y la profesionalidad de quienes les atienden lo que garantiza la recuperación.
“Prácticamente son fetos cuando los recibimos, porque llegan con mil gramos, y hasta menos, de peso y con sólo 28 ó 29 semanas en el vientre materno. Y los vemos evolucionar y convertirse en niños normales, porque se les sigue hasta el año de edad”, explica la doctora Marta.
Lázaro, Bárbara, Cristian o Jesús son nombres bien comunes entre los atendidos por el servicio de Neonatología. Los padres suelen ponerles así buscando perpetuar en ellos a los santos a los que se encomendaron con el objetivo de pedir salud para sus hijos.
Sin embargo, también pueden llamarse Jessica o Yadiniel porque lo más importante es que además del nombre tienen vida saludable, gracias a los anónimos de la Pediatría: los neonatólogos.

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