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  El pirata Morgan
Del pirata Morgan y El Cabo
Sir Henry John Morgan ( 1635-1688), bucanero galés, nació en Llanrhymny. Al parecer, fue secuestrado en Bristol cuando era un niño, y fue vendido como sirviente en la isla de Barbados.
 Después de un tiempo, se abrió camino hasta Jamaica, donde se unió a los bucaneros, aventureros que atacaban poblados y buques españoles; en 1666 ya capitaneaba su propio barco.
 El gobernador de Jamaica le encargó que mantuviera las hostilidades con los españoles y Morgan capturó y saqueó asentamientos en Cuba, Panamá y Venezuela. Fue conducido a Inglaterra en 1672 para ser juzgado por saquear la ciudad de Panamá después de haberse firmado un tratado entre Inglaterra y España. El rey británico Carlos II, convencido de su lealtad, concedió a Morgan el título de sir y le nombró vicegobernador de Jamaica.
Las historias de piratas siempre me han fascinado, hay un encanto tras ellas y un sabor peligroso a aventuras del cual no puede sustraerse ningún mortal. Las islas del Caribe, en el medio de las trayectorias de aquellos barcos que se llevaban tesoros de estas tierras hacia las metrópolis son la confluencia de todo descubrimiento imaginado.
De esto se habla en el libro El Cabo de las Mil visiones, del periodista cubano Luis Sesto. Es un compendio de crónicas acerca de ese pedazo casi mágico en el que termina la tierra cubana por el occidente y donde he contemplado, como en otro planeta, la luz del  faro Roncali, que durante las noches seña a los barcos el peligro de acercarse demasiado a los farallones besados por el mar.
“La geografía del Cabo mide lo que una cruz formada con los brazos abiertos de norte a sur, casi pudieran los dedos mojarse en las dos costas. Y si se le mira a lo largo, en el mapa semeja un cachorro, de león, de perro, no sé, engurruñado entre las patas de la madre. El Cabo... poco espacio para tanta historia”...
Así afirma la primera crónica y el libro, pequeño, pero con garra, el cual avanza con los relatos de cazadores de tesoros enterrados allí por los piratas Perjuicio y Resguardo, tras los cuales  hasta serios misioneros perdieron el sentido, y también la vida.
Es un sitio de grandes iguanas, diente de perro y montones de cuevas en las que la leyenda popular afirma  que salen los muertos.
 
 
 
 
 
 
 

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